La Práctica Fundamental 冥想
Si tiene solución, ¿por qué lloras? Si no tiene solución, ¿por qué lloras? Buddha. (566-478 a.d.C)
Para unos la meditación (冥想) es la concentración de la mente sobre la realidad del instante presente, disociándose de su actividad habitual o pensamiento. Otros en cambio la conciben como una atención sostenida en el concepto o imágen de Dios y un camino para fusionarse con el ser supremo. Un tercer sector la concibe como focalización de la voluntad en la liberación de la esclavitud que nos impone el pensamiento racional. Mientras tal actividad puede consistir – para determinados grupos – en una especie de fervor religioso, es concebida por otros como una práctica saludable; así se proponen distintas vías para su práctica: religiosas, terapéuticas, filosóficas o, incluso, mercantilistas.
Según Chen [1] la tradición Budista considera la meditación como un instrumento para desactivar la ilusión de «yo y los demás». El Zen considera que por su práctica se puede «vencer el pensamiento y la corrupción». Sin pensamientos se hace desaparecer la iusión de la dicotomía entre el yo y el otro, liberando así toda la energía utilizada para mantener el engaño. La concentración de todo ese poder interior sobre el ser real y no sobre la falacia de la ilusión revierte en una profunda mejora de la salud. Por ello la meditación es considerada – en opinión de Chen – «la Práctica Fundamental».
Comunmente se tiende a disociar meditación y búsqueda argumentativa de la verdad y así Hernández [2] nos lo expresa en sus propias palabras: «el carácter meditativo impide, por definición, la presencia de ‘otras mentes’ » No se sigue un método científico elaborado por una comunidad dialogante, por considerar que éste también puede llevar a un cierto error, el cual con la meditación pretende ser evitado y dejado a un lado en esta autoexploración. «Un encuentro del sujeto consigo mismo mediante la meditación impide el autoengaño, pues, queramos o no admitirlo, al único que no se puede engañar es al sujeto mismo» (Hernández)
A través de la meditación, el sujeto puede buscar – incluso en un mundo tan supuestamente racional como el de Descartes – el ideal de certeza o la verdad subjetiva suprema. Tampoco parece éste un objetivo alejado del camino zen o del budista: «Un fenómeno mental multifacético que entraña la suspensión del ego o una comprensión de la ilusoriedad» (Gómez [3]). Indagar en la naturaleza ilusoria del yo nos ayuda no solo a profundizar en las raices del sufrimiento sino a vencerlo a través de una comprensión más lúcida de nuestra realidad total y permitirnos aclarar el yugo de la ignorancia que nos atenaza en nuestra vida y se constituye en el núcleo esencial de lo que nos impide la iluminación liberadora.
Autoexploración, iluminación y sufrimiento constituyen las tres aristas del triángulo meditación. Y en su centro podemos situar el crecimiento personal, como consecuencia directa de su práctica continuada. En este caso nadie nos pide creeer ciegamente, aunque sí experimentar y observar aténtamente los resultados. Con eso suele bastar.
Fuentes:
[1] Chen, T. [en línea] Los Fundamentos de la Práctica de la Meditación. Traducción al español: Maestro de Dharma Kumgang. Buenos Aires. 2004 [consultado: 07-10-2013] [enlace externo]
[2] Hernández, M. [en línea] Los estilos de la filosofía cartesiana: el Diálogo la Búsqueda de la Verdad mediante la luz natutral y las meditaciones metafísicas. Universidad Nacional de Colombia. 2003. [consultado: 12-10-2013] [enlace externo]
[3] Gómez, J. [en línea] Meditación y gestalt: la consciencia como instrumento terapéutico. Abril, 2007. [consultado: 12-10-2013] [enlace externo]