Sentido y sensibilidad narcisista
La periodista Lucía Méndez se preguntaba hace unos meses, en un artículo publicado en El Mundo, si «será capaz el PP de convencer a los espectadores de que su preocupación es la gente y no el PIB, ni el sistema financiero» y ponía en boca de sus dirigentes la reflexión inquieta acerca de si «pensamos que estamos cerca de la gente y la gente nos ve lejos«.
Es ciertamente curioso y significativo que este tipo de planteamientos sean tratados de manera tan marginal cuando resulta evidente que si los ciudadanos se abren a nuevas opciones no es únicamente debido a lo que estas ofrecen, sino también a lo que no ofrecen las ya establecidas. No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice el refrán. Matizaríamos sin embargo que hay uno peor: el que sólo quiere verse a sí mismo, como el narciso pintado por Caravaggio. ¿Cómo ser consciente de las tragedias cotidianas cuando únicamente estamos pendientes de nuestra opulencia y despilfarro? Símplemente no hay tal conciencia sino ceguera narcisista.
Dice Borja [1], en la Enciclopedia de la Política, que «Nada hay más peligroso en el mundo de la política que la ausencia de autocrítica. Los políticos narcisistas nunca están mal, nunca se equivocan, nunca fallan. No se cuestionan siquiera esta posibilidad. Todo es gloria y certezas. Generalmente exhiben una ignorancia omnímoda y todopoderosa, a prueba de bibliotecas. Ignorancia tan grande que se ignora a sí misma«. Es una buena imagen la del narciso político que a fuerza de adorar su ombligo no llega siquiera a percibir sus imperfecciones, y , claro está, así se ve abocado al inmovilismo y frente a la crítica su argumento típico es el manido «y tu más». ¡No va más allá! Por definición vive en su limbo y su misma personalidad lo condena a no encontrar salida.
Son características del perfil político narcisista: la poca formación política, la sobrevaloración de la libertad individual, por encima de la responsabilidad, y el desprecio de opiniones contrarias, lo cual conduce inclñuso a valorar despectivamente al resto de la sociedad (Lusbert [2]). El perfil es clavado aunque el autor se defina a sí mismo como «Anarquista social y de la rama comunista libertaria«, no por ello deberíamos despreciarlo sin caer en el error que él tan bien nos describe.
Lo grave del asunto no son los políticos en sí, sino que su mensaje parece estar calando en la sociedad. En opinión de López [3] «el proyecto global de sociedad se está diluyendo» y las esferas políticas y económicas venden la idea de buscarse la vida individualmente y para ello nada mejor que la notoriedad en las redes sociales, donde llamar la atención es clave de éxito: lo importante no es el contenido de tus mensajes, sino los seguidores que consigas. En palabras de López: «ser interesante, divertido y original buscando cosas que contar para alimentar la maquinaría de la diferenciación». Así pues el nuevo paradigma reinante es el narcisismo social: bienvenido el imperio de lo efímero y la intrascendencia social, como lo califica Pagola [4], la cultura del ruido y de la superficialidad.
Fuentes
[1] Borja, R.- [en línea] Narcisismo. En: Enciclopedia de la política. [consultado: 03/04/2015] [enlace externo]
[2] Lusbert.- [en línea] Rebelión individual. ¿Narcisista o revolucionario? En: regeneracionlibertaria.org [consultado: 03/04/2015] [enlace externo]
[3] López, J.- [en línea] La sociedad líquida: Narcisismo, mentiras, voyeurismo y redes sociales. En: Creadess.org. [consultado: 03/04/2015] [enlace externo]
[4] Pagola, J.- [en línea] SILENCIO Y ESCUCHA FRENTE A LA CULTURA DEL RUIDO Y LA SUPERFICIALIDAD. En: monasterioescalonias.org [consultado: 03/04/2015] [enlace externo]