Vanitas vanitatis o la vanidad de los políticos
«Vanitas vanitatis et omnia vanitas«: vanidad de vanidades y siempre vanidad (Eclesiastés, 1, 2). Esta expresión parece haber devenido en la frase del verano español a la vista del comportamiento ejemplar de nuestros representantes democráticos. Estamos ahitos con los ejemplos que tan autosuficientes personalidades nos alimentan en las noticias de cada día.
Hemos visto como Echenique pagaba en negro a su asistente en 2012. Y volvió a hacerlo en 2015 según leemos en ABC.es. Y a continuación en elpais.com nos asombramos aún más. El citado declara culpar al sistema de que «la gente humilde» recurra a la economía sumergida. ¿Habremos de entender que él se considera humilde? Él es un insigne miembro del partido reformador de la vieja política. Estuvo afiliado en el pasado al partido de Ciudadanos. También apoyó la intervención de las tropas USA en Irak (ecodiario.eleconomista.es). A lo que podemos observar uno de los comentaristas del artículo no andaba muy descaminado publicando en su respuesta «Lo importante es pasarse la vida viviendo del cuento«.
«La prepotencia de Pablo Iglesias o la soberbia de Mariano Rajoy, son primas hermanas, a pesar de sus diferencias ideológicas» nos dice Rincón en su artículo La vanidad de los políticos. En él culpa a esa vanidad de la incapacidad evidenciada para llegar a acuerdos, tras meses y meses de juegos vanos y fuegos fatuos. Y ese sentimiento vanidoso es bien descrito por Fernández en su artículo Política y vanidad. Dice textualmente: «Forma parte de las personas que se creen con derecho por sus cualidades, por su posición, por su prestigio a la admiración y al acatamiento de los demás«.
Es decir que al igual que ocurre en cualquier tiranía de medio pelo lo que importa es la voluntad de los que mandan. Y lo menos considerado en sus decisiones siguen siendo las necesidades reales del pueblo.
Vanitas vanitatis y prepotencia
¿Hasta aquí hemos avanzado en nuestra democracia? Pero por qué nos hemos de extrañar si, como dice Forcadell en lavanguardia.com, ante el imperativo legal de la constitución los verdaderos ciudadanos “Estamos ante un ataque frontal a la democracia”. ¡Ah claro, que los ciudadanos con plenos derechos y ninguna sujección a las leyes son ellos! Los demás debemos ser sus siervos de la gleba: los servidores de la Edad Media. Aquellos que no siendo ya esclavos no tenían sin embargoejemplo a penas derechos. Por el derecho de salir del lugar en donde trabajaban para sus señores. Y mucho menos podrían escaparse de vacaciones al cuerno de África.

¿Pero qué pasa con estos servidores cuando ya no tienen ni ese mísero privilegio del trabajo? ¿En qué se convierten? ¿Quizás finalmente en hombres libres? ¿Será quizás la libertad un raro efecto de la vanitas política?