La realidad y el observador. ¿Hay dos realidades?
Realidad y observador. ¿Todos nosotros alguna vez nos hemos preguntado qué es la realidad? ¿Existe por sí misma sin que nuestras acciones para conocerla la modifiquen? Es decir, ¿es algo objetivo y exterior al sujeto que trata de observarla? ¿O más bien se trata de un constructo interno al ser pensante? ¿Pueden existir las dos o más bien son antagonistas y la una impide la otra? Tradicionalmente se ha considerado a la realidad objetiva como definida por características habituales: medible, cuantificable, situada tiempo y en el espacio. Los objetos de nuestros pensamientos y sus características e interacciones configurarían por otra parte lo que entendemos por realidad subjetiva, bien diferenciados de los objetos y fenómenos del mundo físico, natural y objetivo.
Contemplado así, el mundo de lo real dependería profundamente de la perspectiva: el observador poseería su realidad propia y subjetiva, mientras que lo observado formaría parte del universo de lo considerado objetivo. Ambas realidades serían plenamente «reales» pero cada una en su propio universo, como mundos paralelos, totalmente independientes a pesar de su mutua relacióna través del intermediario llamado «el observador».
Estos conceptos han encajado muy bien en nuestras mentes mientras en la escuela nos enseñaban a vivir en un universo puramente newtoniano. Pero la entrada en escena del genio de Einstein y su teoría especial de la relatividad donde «el tiempo es relativo, y transcurre de modo distinto para diferentes observadores, del mismo modo las distancias son relativas respecto al observador» (Cersosimo [1]), han constituido un punto de inflexión sin retorno en nuestro concepto de realidad. El observador y lo observado dejan de ser realidades separadas para pasar a constituir dos caras de una misma moneda. El anverso y el reverso pese a parecer distintos están intimamente relacionados.
Realidad y observador. La interacción
Paralelamente, la importancia del observador en la realidad crece ante la exposición del principio de incertidumbre formulado por Heisenberg en 1925 y a partir del cual se induce que «el solo acto de observar cambia lo que se está observando» (Sopelana [2]). La realidad ya no es algo inamovible, sino que se construye en interacción con el observador a través de algo tan inesperado como la información obtenida en la medición del acto u objeto observado.
Todo podría parecer claro llegados a este punto: cabría suponer que no hay realidades separadas sino perspectivas diferentes de la misma realidad universal. Pero si leemos a Searle [3]: «cuando nos embarcamos en ciertos tipos de habla estamos presuponiendo el realismo externo«, parece como si volviéramos nuevamente al punto de partida. La realidad objetiva y la subjetiva no existen independientemente, pero tampoco hemos de suponer que no existen «ambas» realidades, pues de lo contrario el lenguaje no tendría sentido. Si nos comunicamos, es que creemos en la posibilidad de la existencia de una realidad compartida, no solo nuestra sino común a las partes que se comunican.
En este punto no es de extrañar la posición Zen en la búsqueda intuitiva de la verdad. Todo diálogo entre mentes racionales habitualmente termina por conducir al mismo dolor de cabeza compartido. Finalmente el único camino restante es rendirse ante la realidad: «¿cómo responder cuando nuestra mente, nuestra actividad mental, no nos guía?«
Realidad y observador. Fuentes
[1] Cersosimo, J.C. [en línea] Teoría de la Relatividad. Departamento de Física y Electrónica. UPR en Humacao. [consultado: 17/05/14] [enlace externo]
[2] Sopelana, B. [en línea] Teoría de la Relatividad. Departamento de Física y Electrónica. UPR en Humacao. [consultado: 17/05/14] [enlace externo]
[3] Searle, J. [en línea] La construcción de la realidad social. Ed. Paidós. Buenos Aires, 1995. ISBN: 84-493-0421-0. [enlace externo]