Teleología y pensamiento. La sencillez evolutiva.
Aún hoy nuestro mundo continúa dividido entre un concepto de Dios como creador «voluntario» del universo y otro, contrapuesto, donde la naturaleza creadora del universo no tiene un carácter teleológico o finalista. Incluso en el mundo científico se mantiene la división.: Teleología y pensamiento parecen chocar.
Unos abogan por el llamado «Principio Antrópico» (el Universo ha sido concebido por un Diseñador inteligente). Otros se acogen a la falta de evidencia empírica de la existencia de tal creador voluntario para simplemente negarlo.
Los científicos y pensadores de base cristiana tienden a presentar una argumentación fundamentada en el ajuste fino de las leyes que rigen el Universo conocido: la inexistencia de Dios sería para ellos una imposibilidad matemática que a su vez haría imposible ese fino ajuste observado en las leyes y principios hasta ahora descubiertos. Las mentes ateas arguyen por su parte que «los datos empíricos y las teorías que describen exitosamente esos datos indican que el universo no surgió de una creación intencionada» (Stenger [1]).
Aunque optemos por un enfoque teleológico de la creación, algo perfectamente respetable como en cualquier creencia, estaremos simplemente adoptando un punto de partida, lo que en matemática suelen denominar «supuestos» (una teoría científica está basada en hipótesis o supuestos verificados por grupos de científicos aunque en ocasiones un supuesto no resulta directamente verificable pero sí la mayoría de sus consecuencias). Y como cita De Gialdino [2]»los diferentes supuestos filosóficos y orientaciones teóricas influyen de distinto modo sobre la investigación cualitativa y [..] han de generar disímiles criterios para juzgar su calidad y su credibilidad«. Las creencias no son verdades absolutas, pero las necesitamos para avanzar.
Aún así, contando con las creencias aceptadas o supuestos base de los paradigmas imperantes, no deberíamos obviar los datos si queremos dar credibilidad a nuestras posiciones intelectuales. Y en este caso estamos obligados a contemplar los ejemplos de la historia, uno de los cuales se refiere al surgimiento y desaparición de las especies. Tomemos el caso de los dinosaurios, aparecidos en la era mesozoica y liquidados tras 160 millones de años sobre la Tierra, en la extinción masiva del Cretácico-Terciario. Ellos fueron el paradigma de la vida dominante durante una era equivalente a 3.200 veces la duración de la existencia de los seres humanos sobre la Tierra. ¡Y sin embargo desaparecieron! Moraleja: ningún paradigma es para siempre, aunque unos duren mucho y otros muy poco.
Si hay un Dios, parece evidente que sus creaciones no tienen un fin en sí mismas. Duran lo que dura un pensamiento en la dinámica del cosmos, apenas el suspiro de un eón. Curiosamente la mayor longevidad en los seres vivos no se da entre las entidades de pensamiento complicado sino en otros mucho más simples como la medusa Turritopsis dohrnii o medusa inmortal, humilde organismo capaz envejecer y rejuvenecer por sí solo.
Teleológica o no, la evolución nos muestra un camino a seguir: el de la sencillez. Quizás sea hora de incorporar la lección a nuestro pensamiento. Lo importante es sobrevivir… ¿o no?
Fuentes
[1] Stenger, V. [en línea] El caso científico contra un Dios creador del universo. Traducción de Fernando G. Toledo. [consultado: 22/05/2015] [enlace externo]
[2] De Gialdino, V. [en línea] Los fundamentos ontológicos y epistemológicos de la investigación cualitativa. Forum: Qualitative Social Research (ISSN 1438-5627).1995-2015. Volumen 10, No. 2, Art. 30 – Mayo 2009 [consultado: 22/05/2015] [enlace externo]