Sentimientos y emociones: ¿David contra Goliath?
Alegría, cólera, miedo, tristeza…, todas ellas emociones básicas (Vergara [1]) en el ser humano. Cada una por separado constituyen eslabones en la cadena del comportamiento y la estructura mecanicista de nuestro ser animal. Al mismo tiempo, nuestro concepto del sentido común se halla ligado profundamente a un control fluido y equilibrado. El dominio de una capacidad hoy conocida como inteligencia emocional.
Las emociones son para Vergara como prototipos de reacciones. Se asumen automáticamente buenas para la supervivencia en determinados momentos críticos. El miedo ante una situación de peligro – por ejemplo – previene conductas alocadas que pongan en peligro al sujeto. La cólera abre la puerta a una descarga de adrenalina y otras sustancias aceleradoras que predisponen al organismo para reacciones más rápidas en casos críticos.
Pero los prototipos de acción no están solos en el universo interior del comportamiento: interactúan constantemente con «normas sociales de evaluación y expresión» (Vergara) que al parecer pueden actuar como catalizadores o inhibidores, es decir acelerando y potenciando una determinada pauta o, por el contrario, bloqueándola o atenuándola.
Sentimientos y emociones. Emociones sociales
Nos dice del Pino [2] que «Lo que se denomina estar afectado por un sentimiento es, justamente, el reconocimiento de esa modificación de la totalidad del sujeto, y no sólo del aparato emocional». Parece pues que si aplicamos los mecanismos de prototipos al ámbito de lo psicosocial, podíamos imaginar los sentimientos como una especie de emociones sociales que globalizan al ser humano con la cultura que lo ha creado como tal «sujeto». Según este autor «La cultura, el universo cultural al que nos incorporamos, tiende a la homogeneízación, a hacer que todos los componentes dispongan de los mismos instrumentos intelectuales y hagan luego un uso personal según las diferencias de capacidad»
Si todo esto es más o menos como se ha expuesto, son nuestros sentimientos individuales quienes nos transmiten la esperanza o la ilusión de la tan anhelada libertad. Un pequeño David creciendo en nuestro interior, dispuesto a enfrentarse con la masificación y la alienación del Goliath global. Y lo verdaderamente curioso del caso es que nuestro David ha sido engendrado por ese mismo Goliath con el cual se atreve a enfrentarse.
Es como si la vida inteligente nunca terminarse de gustarse a sí misma. Algo como un todo acabado que se dota de inesperadas artimañas para autoempujarse hacia un horizonte sin fin. Así La descripción de Morín [3] parece reforzar nuestra interpretación: «El hombre pertenece íntegramente al cosmos y al reino de lo viviente, pero, al desarrollar el reino de la cultura, los «sobrepasa» y se desarraiga de ellos» ¿Seremos parte de ese «cosmos autoorganizador» del que nos habla dicho autor? ¿Estaremos integrados en el complicado y universal diálogo entre orden y caos?
Sentimientos y emociones. Fuentes:
[1] Vergara, I & Páez Rovira, D. [en línea] Conocimiento social de las emociones. Cognitiva, ISSN 0214-3550, Vol. 4, Nº 1, 1992 , págs. 29-48. [consultado: 24-03-2012] Disponible: [Enlace externo]
[2] Del Pino, C. [en línea] Teoría de los sentimientos: Ensayo. Tusquets Ed. 1ª Ed. Barcelona, 2000. [consultado: 24-03-2012] Disponible: [Enlace externo]
[3] Morin, E. [en línea] La relación ántropo-bio-cósmica. En Gazeta de Antropología. Nº 11 · 1995 · Artículo 01 · Universidad de Granada. http://hdl.handle.net/10481/13606 [consultado: 24-03-2012] Disponible: [HTML]