Derecho a ser ¿qué? Nación global
La Declaracion Americana de los Derechos y Deberes del Hombre [1] dice que » los Estados americanos han reconocido que los derechos esenciales del hombre no nacen del hecho de ser nacional de determinado Estado sino que tienen como fundamento los atributos de la persona humana«. Pero cuando se trata de acotar tales derechos esa misma declaración fija que «Toda persona tiene el derecho de fijar su residencia en el territorio del Estado de que es nacional, de transitar por él libremente y no abandonarlo sino por su voluntad«. En la misma línea tenemos las palabras de Pérez [2]: «La autoridad pública ha considerado, desde siempre, el control de la presencia de extranjeros en el territorio
como un elemento central de su soberanía«.
Así pues, por mucho que pasen de puntillas sobre este extremo, no se reconoce que los derechos humanos incluyan la libre circulación por todo el planeta. Vivimos en un mundo parcelado y segmentado. Un planeta donde los derechos y los deberes dependen no del hecho de ser humano. Ni tan siquiera vale el lugar de nacimiento. Más bien depende de la pertenencia a una determinada nacionalidad. Y tal cualidad es asignada en función de una multitud de variadas leyes locales.
Es decir, las sociedades humanas con poder suficiente se ocupan y se preocupan. ¿De qué? Pues de que los diferentes individuos no puedan reclamar los derechos que debería otorgarles el mero hecho de haber nacido «ser humano«. Sólo se conceden en el exclusivo caso de haber obtenido el rango de «nacionalidad privilegiada«. Y esta es nuestra asignatura pendiente, la definición de una auténtica «nacionalidad planetaria«. Un pasaporte que otorgue protección a toda persona con independencia de su lugar de nacimiento. Y que reconozca la primacía del concepto de ser humano por encima de cualquier otra clasificación.
Derecho a ser. Valor Universal
El mundo se globaliza rápidamente. Con el desarrollo de las tecnologías las desgracias de unos pasan a ser los cotilleos de otros. Ya nada pasa desapercibido al ojo de la comunicación mundial. Pues la noticia vende. Y como nueva mercancía que es, nadie tiene el privilegio de frenarla. Así termina siendo rápidamente tachado de censor el gobierno que se atreve a ello. A los tiranos pequeños tal etiqueta no les inquieta. Pero a los grandes les molesta profundamente. No ya la censura que imponen sino la puesta en evidencia de la misma. Censura y buena imagen no son compatibles. Y la imagen pública lo es todo en nuestro mundo actual. Tal es su capacidad de incordiar al poderoso que éste comienza por disimularla. Y termina por aceptar que si desea ser adorado por las masas ha de reconocer el derecho de las mismas a «ser informadas».
Al final, será ella la que impulse el cambio en los derechos del ser humano. No la ética. Ni la religión. Y menos aún la política o cualquiera otro valor de segundo rango. Así el cambio vendrá por la información. Ella será el nuevo valor supremo. El motor que habrá de transformar la humanidad, convirtiéndose en impulsora, antes o después, una nacionalidad planetaria. Y de su mano vendrá la construcción de los derechos globales del ser humano.
Derecho a ser. Fuentes
[1] IX Conferencia Internacional Americana.- [en línea] DECLARACION AMERICANA DE LOS DERECHOS Y DEBERES DEL HOMBRE, Aprobada en la Novena Conferencia Internacional Americana. Bogotá, Colombia, 1948 . [consultada: 04/07/14] [enlace externo]
[2] Pérez, C.– [en línea] Manifestaciones del derecho a la libre circulación y residencia. [en línea]. [consultada: 04/07/14] [enlace externo]