¿Es España un país acogedor para el inmigrante?
España un país acogedor. No cabe duda que la crísis vivida en nuestro país ha dañado a los ciudadanos nacionales, hundiendo sus expectativas de trabajo y volatilizando en un instante las ventajas sociales y sanitarias que caracterizaban al paraiso social español. Los mayores pierden su trabajo y ya jamás vuelven a encontrar otro. Nuestros jóvenes no encuentran salidas laborales en este país pese a contar con una educación generosa. Nuestros parados no salen de su agujero de inanición forzada. Y las prestaciones se vuelven a recortar cada vez más profundamente y en lapsos de tiempo más breves. Lo mismo que los salarios y las protecciones sociales. El estado del bienestar está enfermo.
Pero más fuerte aún ha sido la repercusión habida sobre la población inmigrante: debilitamiento de los mecanismos de integración, discriminación en la regulación laboral, precarización de condiciones en los contratos y dificultades de inserción en aumento constante (Briceño). ¿Explotación laboral? Junto a ello, nuestros políticos nuli-colores recurren a la manida excusa de culpabilizar a los de fuera sobre los males causados (Bethencourt) por los de dentro (me refiero a los nuli-dirigentes, claro).
¿Es España un país acogedor para el inmigrante? ¿Cómo podría serlo, si tan siquiera lo es para los desesperados españolitos? La riqueza del país aumenta mientras que se concentra progresivamente en menos personas. Una décima parte de los habitantes de este país se apropian de más riqueza que el 90% restante. Los salarios más bajos se reducen un 15% en su cuantía, mientras que los más altos aumentan en la misma proporción. ¿Para qué sirve el cecimiento económico cuando no beneficia a toda la población?
¿La solución para todos? Está claro que sólo construyendo un estado productivo se podra recuperar una política activa de protección social y laboral. Pero para ello deberíamos enviar al paro a los «nuli». ¿O no?