¿Una nueva Europa es posible?
En el siglo VIII a.C., Agénor rey de Tiro envió a sus hijos en busca de la princesa Europa tras el rapto de ésta por parte de Zeus. Cadmo, el tercer hijo del rey, acudió al oráculo de Delfos y, empujado por su ambiguo consejo apartó su pensamiento de la princesa raptada para fundar Cadmea, es decir, Tebas (National Geographics [1]). Esta leyenda, como tantas otras, intenta explicar el orígen de la civilización griega apuntando a la fundación de la polis, una «ciudad-estado» que se gobernaba mediante leyes y un sistema de valores nuevo. Resulta interesante resaltar cómo la pérdida de la princesa Europa pudo convertirse inesperadamente en el nacimiento del continente de su mismo nombre.
¿Podría la historia repetirse en estos momentos en que nuestra princesa de la democracia – abanderada del estado del bienestar – parece verse amenazada por ambiciones y engaños que terminen en su desaparición? Las palabras de Lenin [2] pueden volver a la moda un siglo más tarde: «La opresión monstruosa de las masas trabajadoras por el Estado, que se va fundiendo cada vez más estrechamente con las asociaciones omnipotentes de los capitalistas, cobra proporciones cada vez mas monstruosas«.
Algunos consideran a Islandia como el lugar donde ya se ha producido la nueva revolución (nosinmibici.com [3]), obligando a dimitir a su gobierno, nacionalizando los principales bancos, decidiendo no pagar la deuda causada por aquellos (y los políticos a su servicio) y nombrando una asamblea popular para reescribir su constitución.
Sartre [4] nos aporta una definición breve y clara de la situación de revolución: «la definición a posteriori que de la revolución da un historiador, Albert Mathiez: según él, hay revolución cuando acompaña al cambio de las instituciones una modificación profunda del régimen de la propiedad.» Así pues los acontecimientos de Islandia encajan plenamente en el esquema revolucionario, aunque como nos reconoce García Fuentes [5]: «“revolución” (la de Islandia no interesa que se sepa)».
Es posible que al resto de nuestra Europa aún no le haya llegado su oportunidad, pero como nos decía Lenin muy astútamente: «no le está dado a cualquiera convertirse en revolucionario [..] el revolucionario está en situación. Es evidente que no lo encontraremos sino entre los oprimidos».
Este calificativo -oprimidos- comienza a ser demasiado público cuando hablamos de sectores crecientes de la población española. Una señal muy evidente podríamos tenerla en los comportamientos del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) ejemplificados en las últimas actuaciones del señor Gordillo y sus agrias declaraciones: «Si el ministro busca ladrones que no se fije en mí, que busque en Bankia, Gürtel, bancos…»
Mal asunto tenemos cuando la legalidad se enfrenta a una «realidad injusta que amenaza a miles de trabajadores», en palabras de Valenzuela [6]. Los oprimidos finalmente alzan su voz y «el revolucionario está en situación». ¿El desenlace?
Fuentes:
[1] National Geographics. [En línea] Historia. Grandes reportajes. El nacimiento de Grecia. Num. 103, Pg. 48 [Consultado: 12-08-2012] [Enlace externo]
[2] Lenin, V.I. [En línea] El Estado y la revolución. 1917.[Consultado: 12-08-2012] [Enlace externo]
[3] nosinmibici.com. [En línea] La revolución silenciada. [Consultado: 12-08-2012][Enlace externo]
[4] Sarte, J.P. [En línea] Materialismo y revolución. Ed. La Pléyade. 1946. Buenos Aires. [Consultado: 12-08-2012] [Enlace externo]
[5] García Fuentes, A. [En línea] El ejemplo de Islandia: el silencio político. En: periodista digital. 28.03.11. [Consultado: 12-08-2012] [Enlace externo]
[6] Valenzuela, J.L. [En línea] Si el ministro busca ladrones que no se fije en mí, que busque en Bankia, Gürtel, bancos… En: elplural.com [Consultado: 12-08-2012] [Enlace externo]