¿Es romántico el nacionalismo?
Nacionalismo romántico: ¿lo es?. Dice Anrup [1] que «es difícil definir la ciudadanía en pocas palabras«. Pero considera el concepto como extremadamente relevante para la democracia. Aunque, eso sí, sujeto a variados enfoques según la geografía social que lo aplique. Por eso en Europa corre unido al estado de bienestar y sus connotaciones proteccionista. Y en América Latina se ve aún superado por los autoritarismos y los privilegios institucionalizados que impiden una verdadera conciencia ciudadana.
Tampoco Europa ha presentado una visión homogénea del ciudadano. Se ha partdo desde el clásico y minoritario concepto de habitante «con derechos» de la polis griega. Luego pasando por la percepción del «sujeto gobernado (súbdito)» dentro de un territorio o estado (Época ilustrada). Y llegando a la situación actual de «una democracia de ciudadanos no participativos» (Anrup). Es decir, una evolución caracterizada por la extensión del concepto «ciudadano» a toda la población. Y paralelamente a una paulatina pérdida de poder de éste frente a sus gobernantes.
¡La romántica ilusión de crear un ciudadano como ser individual, libre e independiente!. Un individuo que toma decisiones sobre su propio destino y contribuye al bienestar social. Algo que nunca se convirtió en realidad tras la malograda Revolución Francesa de 1789. Es ahora cuando esa demanda se vuelve más intensa. Aunque – nuevamente como en la polis griega – manteniendo el derecho de exclusión (inmigrantes, pobres, marginados, etc…). ¿Y por qué en todos estos siglos no se ha despertado esa necesidad ciudadana de libre participación? Anrup expone su argumento explicativo: «el nacionalismo y el pensamiento en torno a la nacionalidad puede constituirse en un peligro incluso letal para el ciudadano y para la ciudadanía«.
Nacionalismo romántico. ¡Cuidado!
La concepción de ciudadanía nacionalista es opuesta a la nacida de la Revolución francesa. Y se viste de ragos heredados del romanticismo alemán. Es anti-individualista y adoradora del estado étnico. En América Latina la idea de ciudadanía fue una construcción teórica superimpuesta. Nunca evolucionó de sus culturas autóctonas. Sirvió como pegamento sociológico aglutinante de las comunidades nacionales para enfrentarse a la madre patria y emanciparse de ella. Todavía hoy vemos resurgir nuevos brotes de dicta-nacionalismos. Y bien lejos de perseguir un crecimiento democrático del individuo, inmediatamente tratan de sojuzgarlo.
¿Es romántico el nacionalismo? ¿O quizás sigue siendo un frío instrumento de manipulación del individuo? A cada uno compete decidir si elige libertad cruda o sometimiento romántico. Aún así, parece muy ilustrativo leer a Bello [2] para gozar de una perspectiva no interesada. Y especialmente en relación con el uso manipulador del etnicismo en medio de los hoy frecuentes estallidos nacionalistas. Lo cierto es que su posición es tremendamente clara al respecto. Así dice literalmente: «¿cómo asumir la veracidad del argumento multicultural en un contexto donde precisamente la cultura está sirviendo de argumento de exclusión y opresión, bajo el paradigma del “choque de civilizaciones” y de las “guerras culturales”?«
Nacionalismo romántico. Fuentes
[1] Anrup, R. y Oieni, V.-[en línea]. Ciudadanía y Nacionalismo: una introducción a la temática. GUPEA, Journals / Tidskrifter, Anales – Instituto Ibero Americano, Anales Nueva Época No. 2 [consultado: 24/01/2014] [enlace externo]
[2] Bello, A.– [en línea] Etnicidad y ciudadanía en América Latina: La acción colectiva de los pueblos indígenas. CEPAL. Santiago de Chile, noviembre del 2004. [consultado: 24/01/2014] [enlace externo]