Renta básica y quimera del bienestar
El mundo cambia y lo hace de manera acelerada. Tanto es así que nos sorprende aupando nuevos paradigmas. Algunos nos resultan muy inesperados. Es el caso de los nuevos modelos familiares (González [1]), la gestación artificial o la educación participativa (Acevedo [2]). Otros sin embargo nos parecen más fáciles de asimilar sin apenas tener que razonar sobre ellos. Un ejemplo muy claro de estos últimos es la idea de la renta básica. A todos nos parece a primera vista algo muy deseable que todo ciudadano por el mero hecho de serlo tenga derecho a una paga del estado que garantice su acceso a unas condiciones de vida mínimas y dignas. ¿Pero es esta una idea realizable o una simple quimera?
Desde 1942 existe la búsqueda de un diseño de estado global (¿ONU?). Uno que respetando los localismos sea capaz de construir una sociedad equitativa. Esto constituye el desafío por excelencia del siglo XXI. Tanto es así que en preámbulo a la La Declaración Universal de los Derechos Humanos se designa como «la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad«. Claro que para conseguirlo es necesario gozar de un cierto nivel económico. La cuestión es cómo alcanzarlo.
Según Sergio Rossi «en las economías avanzadas, con los automatismos y la deslocalización, ya no hay trabajo para todo el mundo; es un hecho» (Masmejan [3]). A ello le añadimos que la población cotizante a los regímenes de seguridad social está en clara disminución. Así Fuentes-Berain [4] manifiesta en relación con México: «de los 40 millones que integramos la población económicamente activa, una tercera parte pagamos impuestos«. En España el nivel de ocupación tampoco avanza. En 2004 se situaba en unos 16,5 millones de trabajadores afiliados a la Seguridad Social y en 2015 la situación es similar. Pero debemos tener en cuenta que España es el país con más contratos temporales de la eurozona. Las cotizaciones no bastan para afrontar la quimera de la renta básica.
Y por último, aunque no menos importante, supondría un factor más de atracción para ese tercer mundo que envidia el bienestar de las sociedades avanzadas. Un factor multiplicador del conocido como efecto llamada. Un potenciador masivo de los movimientos migratorios y un catalizador para las tendencias xenófobas. Resumiendo, una fuente de conflicto social y económico.
En consecuencia, la idea de una renta básica garantizada seguirá siendo una quimera mientras no se cambie el modelo actual de financiación de las prestaciones sociales. ¿Cómo podría financiarse si no es a base de incrementar desaforádamente los impuestos a los ciudadanos? Bueno, quizás aumentando los impuestos directos a las rentas de capital y a los beneficios de la gran empresa. Aunque claro, esto supondría cambiar el concepto de derecho de propiedad o simplemente someterlo al más importante ideal de los derechos humanos. ¿Es posible?
Fuentes
[1] González, MM.- [en línea] Nuevos modelos familiares. Dto de Psicología Evolutiva y de la Educación. Un iversidad de Sevilla. [consultado: 06/11/2016] [enlace externo]
[2] Acevedo, A.– [en línea] Los nuevos paradigmas. Disponible en: las2orillas.co. [consultado: 06/11/2016] [enlace externo]
[3] Masmejan, D.- [en línea] Un revenu de base pour tous? Le débat commence. Disponible en: letemps.ch. [consultado: 06/11/2016] [enlace externo]
[4] Fuentes-Berain, R & Laveaga, G.- [en línea] La democracia y sus quimeras: diálogo entre un escéptico y una idealista. Fondo de cultura económica. México DF, 2006. [consultado: 06/11/2016] [enlace parcial externo]