Votar odio: cuando peor es mejor
Votar odio se ha convertido en tendencia, como certifica el auge en la web de los haters odiadores. El odio es nuestro nuestro más cruel enemigo: nunca olvida ni perdona. Y en palabras de Kelsang [1], «si somos indulgentes con él, se aprovechará de nosotros y nos perjudicará aún más«. Sobre el odio nos ilustraba Freud [2] cuando afirmaba que «El odio es, como relación con el objeto, más antiguo que el amor. Nace de la repulsa primitiva del mundo exterior emisor de estímulos por parte del yo narcisista primitivo«. Y además se afirma en relación directa con los instintos de conservación. Así es como «el yo odia, aborrece y persigue con propósitos destructores a todos los objetos que llega a suponerlos una fuente de sensaciones de displacer, constituyendo una privación de la satisfacción sexual o de la satisfacción de necesidades de conservación«.
En aras de una mayor claridad y tratando de simplificar. Podemos conceptualizar al odio como un sentimiento que nace de un cierto narcisismo. El infante privado de chuparse su propio dedo se rebela. Le enfurece el displacer de la situación. Y en consecuencia, y para no culpar a su propia maduración (de la que ni siquiera es consciente), busca un responsable fuera de sí mismo. Cuando identifica a un objeto con la fuente de su disgusto lo convierte en enemigo. Y su propio instinto de conservación le lleva a odiarlo (e incluso destruirlo).
Todo esto suena muy teórico y difuso, pero realmente funciona. Es un mecanismo que mueve a la gente con fuerza. Y como es natural la clase política no podía ignorarlo como como la gran palanca manipuladora que es. Así, nacen partidos que aprovechan el concepto nietzscheano del odio (Esteban [3]). Lo utilizan como revuelta contra lo establecido. Lo transforman en arma de agresión a lo que ya es y se niega a perecer. En resumen, utilizan el sentimiento del odio para manipular el voto «anti-todo«. Usan el sentimiento descrito por el grupo Eskorbuto en su canción Anti-Todo:
«No hay amigos, ni enemigos
lucha necia, todos contra todos«
Y lo cierto es que la estrategia de votar odio funcionó en el pasado, funciona en el presente y desgraciadamente seguirá funcionando en el futuro. Claro que si triunfa probablemente nos quedaremos sin futuro. Fascismos y totalitarismos ya lo dejaron claro en el pasado reciente. Pero es que en la actualidad, y para desgracia de nuestra especie, seguimos padeciendo la misma lacra. A las clásicas dictaduras se han venido a añadir los populismos disfrazados de abuelita y que finalmente se muestran como el lobo que son. Y lo peor de todo es la amenaza que aparece en regímenes tradicionalmente democráticos. Ante el advenimiento de mesías violentos, el odio nuevamente corrompe los corazones de las masas. Supremacismos, exclusivismos, racismos, violencias religiosas o raciales, pequeñez intelectual y moral en suma. Todos ellos han sido y siguen siendo los enemigos permanentes del humanismo y la libertad. Una epidemia narcisista global que prefiere destruir el mundo antes que renunciar a su egoismo. Un sistema económico injusto gobernando una sociedad global insolidaria y egoista. ¿Un mundo ante el abismo?
Fuentes de votar odio
[1] Kelsang, G. – El voto del Bodhisatva: Una guía práctica para ayudar a los demás. Editorial Tharpa. Tharpa.com, 2016. ISBN: 841647236X, 9788416472369. 188 páginas. [consultado: 14/01/2018][enlace externo]
[2] Freud, S. – LOS INSTINTOS Y SUS DESTINOS. Traducción directa del alemán, por Luis López-Ballesteros y de Torres. [consultado: 14/01/2018][enlace externo]
[3] Esteban, J. – Política, historia y verdad en la obra de F. Nietzsche. Huerga y Fierro editores, 2000. [consultado: 14/01/2018][enlace externo]