Humanidad sin humanos. Divide et impera.
El trabajo está en declive o al menos los trabajos no directamente implicados en las tecnologías que rápidamente se están adueñando del mundo. La tradicional «mano de obra» se ha visto desplazada. Estos trabajos ya no existen en las sociedades avanzadas. La competencia del mercado los ha desplazado hacia zonas marginales. Se han refugiado en países con escasa o nula protección social. En ellos dominan los bajos costes salariales y los ausentes gastos de protección laboral y de seguridad. Así se ha logrado hasta hoy mantener la fabricación de productos a precios competitivos en una humanidad sin humanos.
Todo se ha construido a base de hipocresía y de mentiras. La mentira de la propiedad privada y la democracia fundada en el capitalismo explotador. La aún más grande mentira de la bondad innata de la sociedad de mercado. Y la mentira suprema de mirar para otro lado ante los fallos y las fealdades del sistema, sus injusticias y sus discriminaciones: lo peor no es que suceda sino que sabiéndolo no lo cambiemos. Lo que estamos construyendo es una humanidad sin humanos.
Pero la historia no se para ahí y la robotización avanza a tal velocidad que hasta la explotación laboral de los humanos ya no será rentable. Las máquinas ocuparán el lugar de los exclavos y explotados. ¿Pero a quién pertenecerán los frutos del trabajo de los robots? Si la nueva mano de obra productiva pasa a ser propiedad exclusiva del capital, entonces el futuro pinta estremecedor. ¿Es posible un mundo donde unos pocos ricos disfruten de todo negándo el acceso a una inmensa masa de desheredados? Respuesta: ¡sí, es posible! Y lo que es peor, ¡es muy probable!
Probablemente los que controlan el poder y el capital eviten la revolución social aplicando la norma clásica de Julio Cesar «divide et impera». De hecho ya se ven asomar las primeras tentativas o sondeos. Nos referimos a la renta básica tipo limosna popular. Aquellos que accedan a este tipo de derecho fundamental serán los más fuertes defensores de su exclusividad. Será una nueva forma de minipropiedad. Una falsa clase media que sirva como colchón frente a las tensiones generadas por los desheredados. De todas maneras su pequeño capital retornará inmediatamente a las manos de los propietarios de los medios de producción. ¡Es el mercado baby!
Éste truco de dar caramelos baratos a una parte de la masa consigue fácilmente que éstos apoyen cualquier medida de exclusión del resto. No en vano lo acabamos de ver en las elecciones presidenciales USA. Muchos latinos votaron políticas excluyentes para símplemente no poner en riesgo sus pirivilegios. O sin irnos tan lejos, aquí en nuestro propio patio hay más ejemplos. Tenemos a esa multitud de foráneos de comunidades autónomas que sin haber nacido en ellas se manifiestan como los independentistas más radicales. No dudan en cambiar sus apellidos o camuflar su procedencia. Tampoco dudan en agredir con virulencia a los que desean integrarse pero sin desintegrarse de sus raices. A este paso conseguiremos construir lo impensable, una auténtica humanidad sin humanos. ¡Eso sí, muy democrática!